¡Socorro!

El viaje por Colombia seguía para Taganga pero a solo tres días de la fecha de llegada nos cancelaron uno de los voluntariados a los que iríamos. 

Desesperados, comenzó la búsqueda por un nuevo hogar en el que podamos intercambiar nuestro trabajo por alojamiento y/o alguna comida. Llegó rápidamente la confirmación para realizar un voluntariado en una Finca ubicada cerca de Socorro un sitio que, junto a Barichara, nos generaban curiosidad. Parecía buena idea aceptar este destino, las fotos del lugar eran hermosas y creíamos que se nos estaba brindando la oportunidad de conocer los lugares antes mencionados que si hubiéramos concretado el viaje a Taganga posiblemente no lograríamos conocer. Confirmamos el voluntariado, armamos rápidamente las mochilas, nos despedimos de nuestro compañero de habitación de Medellín y emprendimos el largo viaje: de Medellín a Bucaramanga, de Bucaramanga a Socorro y de Socorro finalmente a la Finca. 

El cielo parecía caerse por la gran tormenta, con la hermosa suerte que justo en el lugar que estábamos sentados nosotros había una gotera que nos recordó todo el viaje que la vida no es tan bella como uno la imagina. Y con el agregado especial del aire acondicionado en su máxima potencia para congelar cada una de nuestras ilusiones. 

Me dormí y en el medio del viaje desperté. Miré por la ventana y di cuenta que estábamos en la banquina y frente a nosotros el chofer, una mujer y una persona accidentada. Entredormida bajé a ofrecer mi ayuda para asistir a la persona que había caído de su moto. En medio de la atención noto que el chofer había bajado con su arma "por si del monte salían a atracarnos". Ahí me desperté y me di cuenta que lejos de mejorar la situación, empeoraba. 

Seguimos viaje, buscando la forma de dormir, darnos calor y no mojarnos con la gotera. Llegamos a Bucaramanga intentando despertar nuevamente la ilusión de pasarla mejor. Sacamos el nuevo pasaje para viajar en una combi "último modelo, con aire acondicionado y pantalla de tv" pero durante la espera se acercó un señor a decirnos que nuestra combi no saldría que vayamos en la otra. Pues como era de esperar ... una combi vieja, sin aire acondicionado, sin posibilidad de abrir las ventanas y por supuesto sin pantalla de tv. El viaje fue entre las montañas, curva para acá, curva para allá, subida, bajada y ... calor, mucho calor. El combo perfecto para decirle a mi cuerpo ¡es hora de descomponerse!. En otro momento de mi vida no hubiera logrado controlar el momento pero esta vez lo logré. Punto para mí. 

Llegamos a Socorro, buscamos cómo llegar a la finca y la forma más cómoda de hacerlo con todo nuestro equipaje era en taxi. Llegamos a la finca, tardaron un momento en recibirnos y cuando lo hicieron fue muy cálida. Nos sirvieron limonada y comenzó la charla para conocernos mejor. Por un ratito creímos haber llegado a un lugar mágico pero ... como dije más arriba la vida no es tan bella como uno la imagina y durante este relato pretendo contar por qué. 

Durante la charla de bienvenida nos resaltan la importancia que en la Finca se le da al Ser y a la naturaleza. Por segundos lograron captar mi atención y creer estar en el lugar correcto. Contamos sobre nosotros, sobre lo que sabíamos hacer y cómo podíamos apoyar en el día a día. Nos transmitieron sus ganas de que podamos aprender nuevas tareas, vivir una linda experiencia y sentirnos como en casa. Y nos recomendaron no decir que somos voluntarios "porque la gente de aquí piensa que son hippie, que se drogan, no estudian, no trabajan y alejarán a sus hijos de ustedes. Entonces acá usamos la palabra intercambio". ¡Chan! primera caída libre de nuestra ilusión. 

"Los llevo a la habitación" dijo la dueña del lugar. Comenzó la caminata y cada vez nos alejábamos más de la zona de huéspedes y cabañas bonitas. Si el final de la Finca pudiera ser más lejos, más lejos estaría el sitio de los voluntarios. Perdón, de los de intercambio. Ahí al lado de las jaulas de las gallinas y los perros estaba el galpón o "la pocilga" como comencé a llamarla. Y mire usted que yo no soy una persona pretenciosa, suelo acomodarme en cualquier lado y agradecer el espacio. Pero este lugar era un lugar pensado para denigrar a quienes vienen a intercambiar su fuerza de trabajo por alojamiento y comida. Dos habitaciones; las mujeres por un lado, los varones por el otro. "Pueden dormir juntos hasta que llegue otro varón y ahí sí tenes que cambiarte"... un portón negro con cerradura corrediza, el vidrio roto, una cama cucheta toda comida por los bichos, colchones llenos de húmedad y "te dejo las sábanas y frazada para que se armen las camas. Si quieren pueden sacar el alambre que pasa por arriba de la cama así están más cómodos". La sábana agujereada, una sola, para el colchón, olvídate de la sabana para taparte. Lleno de arañas, tierra y pasto. Un mueble todo roto y ropa de vaya a saber quién doblada en un rincón. 

¿Y el baño? ... "Bueno, acá tienen ducha pero para ir al baño tienen que ir a los que están al lado de la piscina (a dos cuadras de la habitación y todo el camino sin luz)". ¡OK! ya nada podría empeorar. Vimos el baño en el que estaba la ducha, 2x2, un espejo roto, la pared que se caía, la mugre y las arañas que hacían un festín ahí adentro y una bella bacha de plástico con agujeros rodeado de una madera a punto de podrirse. Y por supuesto ... agua fría. 

Nos dejaron solos, nos miramos, sentí ganas de llorar. Nos abrazamos, respiramos profundo y dijimos bueno es solo para dormir, el resto del día podemos estar en lugares más cómodos y los dueños parecen ser buena gente. Haremos el esfuerzo. 

Comimos rico, disfrutamos de la hermosa vista de la montaña, nos metimos a la pileta, jugamos al ping pong, trabajamos y ... llegó la noche. Decidimos dormir juntos, pues quien se subiera a la cama cucheta terminaría por matar a quien durmiera abajo, nos abrazamos y lloré, hablamos, nos acompañamos, nos replanteamos mil cosas, reflexionamos sobre mil más. El sueño venció nuestra resistencia a dormir y caímos dormidos pero no sería tan fácil. Con tal nivel de miedo y tristeza mi yo sonámbula salió a hacer de las suyas. En otra dimensión me estaban comiendo los bichos. Y así transitamos tres noches. Hasta que llegó una nueva voluntaria, con otro nivel de consciencia, con el alma en la mano ... Y hoy doy cuenta que el universo conspiró para que nos ayudara a transitar esta experiencia. Venía por meses y sólo se quedo 4 o 5 días, poco tiempo pero nos revolucionó el alma y ayudó a que nos animáramos a trascender.   

Desde el amor nos fue dejando pequeños mensajes y su mayor misión fue ayudarnos a transformar el lugar de VOLUNTARIOS y plantó en la consciencia de los dueños la importancia de nosotros, de nuestro lugar. Aún no floreció y quizás tarde tiempo en hacerlo pero ahí está la semilla. Empezó la pintura, el cambio de muebles, la limpieza del lugar, el arreglo de todo lo roto... Y en ese proceso, encontramos un alacrán ahí al ladito de nuestra cama, estamos casi durmiendo cucharita con una muerte lenta y dolorosa. Pero lo dejamos libre, era lo mismo que buscábamos nosotros. 

De amarillo viejo y despintado pasamos a un azul marino maravilloso. Y aprendimos que estábamos por aquí no para adaptarnos sino para transformar(nos) y trascender. 

Pero del otro lado, solo había crecido el odio y el rencor. La dueña no parecía estar para nada contenta con la posibilidad de que estemos mejor, de que podamos reírnos y disfrutar. Usted vio que cuando uno no puede ser feliz tampoco puede soportar la felicidad de otros. Y se potenciaron las malas caras, los desplantes, los destratos, las persecuciones. Y con ello también empezó un viaje a lo interno, un viaje de aprendizaje y transformación. 

El otro es un espejo. ¿Por qué está frente a mí? ¿Qué hay en ella que resuena en mí? ¿En qué aspectos de mi vida encuentro el reflejo? ¿Puedo mejorar, aceptar, perdonar y trascender? ¿Dónde me pongo yo frente a ella? ¿Desde el mismo lugar? ¿Desde uno distinto, intento no hacer lo mismo? ... Uf, mil preguntas, mil alborotos internos. Pero ahí está la oportunidad de mejorar, de trascender. 

Los días siguieron pasando y por fuera, lejos de mejorar, todo empeora, pudiera enumerar un sin fin de experiencias dolorosas del lugar pero por dentro están ocurriendo bellas cositas. Me quedo en ellas. 

Escribo porque escribiendo registro mis emociones, mis aprendizajes, mi crecimiento. Y también escribo para desromantizar lo que uno muestra en redes; la vida no siempre es color de rosas como uno imagina, incluso casi nunca lo es. 

La vida es vida, acá, allá y en todas partes. Con sus matices, con su amarillo viejo y despintado y con su azul marino encantador. 

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